BELLEZA INADVERTIDA



Para Gottfried Wilhelm Leibniz todo está lleno de mónadas, puntos inextensos, cerradas en sí mismas, sin comunicación con las demás y armonía perfecta con ellas. Toda mónada contiene en sí misma el universo. Hay algunas que son conscientes del universo, son autoconscientes. Sólo éstas últimas son capaces de ver el rico universo de otras mónadas y verse a sí mismas como universo. Sólo éstas se ven en otras. Sólo éstas sienten a otras. Sólo éstas son capaces de ser punzadas por otras y verse a sí mismas en ellas.
Las fotografías que punzan, haciendo uso de la palabra de Roland Barthes, son una mónada, todo un universo. Sólo es capaz de advertir su belleza aquella mónada que siendo autoconsciente es capaz de apreciarla abriéndose ante ella un espacio sideral. Cada mónada, cada fotografía punzante, cualquier belleza, muestra el universo desde un punto de vista. Sólo esa mónada autoconsciente es la afortunada de advertir esa belleza inadvertida por los demás, solo a ella le llena, solo ella tiene los temblores de la explosión expansiva del universo.
Mirar sin ver.
Pasar sin ver.
Merodear y ver.
Parar y ver.
Ver y pensar.
Ver y admirar.
Admirar y pensar.
Pensar es ver.
No hay belleza sin historia.
No hay historia sin tiempo,
ni tiempo sin belleza.

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