DE LAS PANDEMIAS HUMANAS QUE NO SON MÁS QUE POR LAS PREGUNTAS POR EL SENTIDO



Parece que nuestras preocupaciones y nuestros problemas se han desvanecido. Todos ellos han perdido su sentido. Que aquellas preguntas nacidas de la ociosidad, y que forman parte del ámbito de la inutilidad, tienen menos sentido aún en momentos de pandemias acuciantes. Los problemas y preocupaciones son otros, nos mantienen alerta y entramos en momentos de ansiedad en los que los comportamientos de los humanos son o de risas nerviosas o las provocan.
Después vendrá la calma nacida de la monotonía, de los hábitos, de la nueva costumbre, y el arribo de la nostalgia o el anhelo de salir de ella, porque estaremos pensando en la Edad Dorada que nunca fue tal, pues cuando nos encontrábamos en ella no éramos capaces nada más que pensar en aquellos problemas o preocupaciones. Ahora los deseamos, por aquel prejuicio de que todo pasado fue mejor, pero éste no es más que una ilusión o un espejismo del que la gran mayoría no nos damos cuenta. Y es que no hay más problemas y preocupaciones que merezcan la pena que los del presente, no hay más preguntas transcendentales y vitales que las del presente. Si cualquier pasado fue mejor, nuestras preguntas, preocupaciones, problemas, no pueden fijarse en aquel, pues ya no está. Tampoco las podemos fijarnos en el futuro, ¿quién conoce el futuro?
De estas pandemias de la mente se sale. Nuestra mente siempre se acaba adaptando a una forma de vida en la que aparecerán nuevos problemas y preocupaciones que se convertirían esencialmente en los mismos, aunque no en la forma. Aquellos humanos que no lo viven así es que están cerca de la muerte. No podemos caer en la pandemia de vivir la vida como si lo presente no fuera lo que más importa o de dónde debemos extraer el sentido para hacer nuestra vida o construirla, desde dónde podemos arreglar los problemas o eliminar nuestras preocupaciones. Solo del presente somos actores, y ahí no valen los apuntadores, pues todavía ni ellos tienen el papel. Nuestro papel lo escribimos cada día y cada día debemos querer hacerlo lo mejor que podamos, pues no hay ni siquiera ensayo general. Lo bueno y lo malo son del presente, y lo que saquemos del mismo no tiene porque ir o venir de más allá.

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