DE LOS APROBADOS GENERALES Y DE QUIENES LOS EJECUTAN


Hay un proverbio, parece ser que chino, que  dice "Cuando el sabio apunta a la Luna, el tonto se queda mirando el dedo".
Con el dedo o las leyes, decretos, órdenes e instrucciones de educación pasa lo mismo. Estamos acostumbrados a ver la enseñanza de los centros educativos como algo que emana del índice de la administración política. La educación no deja de ser, en nuestra sociedad, un asunto público. Hablar de enseñanza es fijarnos en el dedo. Pero no seamos tan tontos de pensar que la enseñanza es solo eso. No seamos tan tontos todos los que caminamos en la dirección que apunta el dedo. Si lo hacemos, ¿qué vamos a transmitir a los discentes? ¿que más allá del dedo no hay nada? Puede que el común no vea más allá del dedo de la enseñanza. Puede que los docentes no veamos más allá de los límites que marca el dedo. ¿Somos tontos?
Ser tontos es quedarse en que la enseñanza es poner una nota o calificación. Si profesores, padres y alumnos, caemos en esa idea, no saldremos de la tontería. El error y la tontería en los profesores puede estar en enfadarnos, frustrarnos, ... Pero con pensar un poco, no es difícil ver que podemos enseñar y hacer aprender en cualquier circunstancia. Y en el caso de los alumnos, también pueden aprender en cualquier circunstancia, y ese aprendizaje no tiene por qué  depender de una nota señalada por un dedo. Con notas o sin notas, los alumnos aprenden, y están abiertos a aprender más allá de los límites que marcan el dedo, y mucho más que los adultos, que padres o profesores.
Es fácil caer en la común visión de los límites que marca el dedo. Las notas, la promoción, la titulación,... quedan dentro de ese límite, e impiden mirar más allá de esa frontera entre el fracaso o el éxito que marca el aprobar o suspender. Pero esto es una tontería y el verdadero fracaso escolar es el pensar que la educación o la enseñanza no deja más rastro que un boletín de notas o un expediente académico.
Pensemos, pues se entiende que usar la razón es lo contrario de la tontería, y como decía aquel creyente en el progreso de la razón que escribió  ¿Qué es Ilustración?, la Ilustración supone la salida de la minoría de edad, un "sapere aude", un "atreverse a saber",  o haciendo uso del proverbio, un dejar de mirar al dedo y empezar a mirar la Luna. Bien es verdad que hay que mirar al dedo, pues no es posible, ni conveniente, en una sociedad como la nuestra que no haya un cierto orden público encaminado a garantizar la convivencia dentro de los mínimos que supone los derechos conseguidos por la Historia. Pero ese orden puede llevarse a cabo de muchas formas. Siempre, como diría Inmanuel Kant, la libertad tiene que quedar garantizada y fomentarse desde cualquier política que se tenga por estar atenta a la cosa pública. Y la mejor herramienta para lograrlo es la educación. Kant diría que hay que tener en cuenta el dedo en nuestro trabajo diario, y esto tanto los profesores como los alumnos. Pero seríamos tontos si no analizamos libremente desde nuestra autonomía cómo podrían hacerse mejor las cosas. Esto formará siempre parte de la libertad. Queda mucho margen de esa libertad dentro de los límites que marcan el dedo, y siempre se puede mirar más lejos de los límites. Pensar que todo lo que la educación y el sistema educativo aportan se queda dentro del espacio y el tiempo donde de ejecuta, es la mayor de las tonterías.
Por eso, recordar que Kant en el escrito mencionado mantiene allí que el uso privado de la razón aparece cuando los que conocen una materia hacen uso de la razón teniendo en cuenta que pertenecen a un puesto civil. Los profesores, sabemos, se supone, algo sobre educación. Además nos encontramos ocupando un puesto civil como funcionarios de educación. En dicha situación, nuestra libertad está limitada dentro de la legislación en dicha materia, y nos toca el rol de meros, como si fuera poco, ejecutores de la misma. Esto se hace necesario si queremos que se cumplan con un funcionamiento social ordenado y en concreto dentro del ámbito educativo. El uso privado de la razón queda dentro de los límites que marca el dedo. Pero y ¿qué pasa con la Luna? ¿Dónde se da la libertad del funcionario educativo? Nos queda la libertad de expresión, de razonar, de criticar,... Pero siempre tenemos que obedecer. Solo así podremos mejorar.
Y en el caso de los alumnos, lo que queda es más que una nota. Parafraseando a Ortega y Gasset, dentro del sistema, el dedo que apunta las notas no deja ver la Luna, lo que los alumnos aprendieron dentro del sistema educativo, que no debiera ser otra cosa que la libertad.
Pretender enseñar no es otra cosa que posibilitar que los alumnos aprendan. Aprender a aprender, es "atreverse a saber", es ejercer la libertad plenamente. Enseñarles una calificación no agota todo lo que han aprendido y si esto son capaces de aprender, esto es que algo habremos hecho bien en nuestro trabajo de enseñantes.


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