30. POR QUE HAY QUE ENAMORARSE DE UNO MISMO O MISMA...

El grado de sociabilidad se mide por el grado de conmiseración del que seamos capaces de sentir. El "amor a sí mismo" del buen salvaje de Jean Jacques Rousseau se ha esfumado. ¿Sólo queda la envidia del "amor propio" del estado civilizado o político? ¿El "amor propio" es un envoltorio de aquel "amor a sí mismo" que funciona en la sociedad de las diferencias como un mecanismo de defensa que genera las relaciones del estado de naturaleza de Thomas Hobbes? Nos movemos en las sociedades de las apariencias que se comportan como las ideas platónicas. Son las apariencias de la perfección, que se desarrollan y tumorizan en nuestras sociedades enfermando las necesarias funciones de comunicación basadas en el "amor a sí mismo".

Solo se necesita al otro para que te haga más grande, y el modo es generar en él un empequeñecimiento. "Si el otro es más pequeño que yo, si logro hacerle más pequeño, yo seré más grande". Es fácil, "¡Qué me tenga envidia!" Esto se logra con publicidad. Jamás hubo un tiempo en el que sea más fácil generarla, tenemos las redes sociales. Los perfiles de Instagran, Facebook, Twitter, WhatsApp,... son buenas herramientas.

¿Acaso el "amor propio" oculta un "amor a sí mismo" residual? ¿Acaso el "amor así mismo" está entrevelado? Lo que sí está claro es que no se deja ver. El "amor a sí mismo" la mayor parte de las veces no se muestra, no vende y si lo hiciera no sería difícil distinguir el auténtico del inauténtico. El inauténtico sería un sofisma, sería aparencial, y sólo buscaría llamar la atención haciendo ver que esa no es la función.

Pero todo esto no es más que producción sofística, creación de sofismas, de falacias intencionadas que sirven a sus diseñadores para someter a los demás a la perfección de sus valores. Es la desesperada voluntad de verdad (de Nietzsche) que se ahoga, son los últimos estertores de la misma, que hacen necesaria la envidia de los demás para incrementar y acercar la propia apariencia a la máxima perfección aparencial.

Kierkegaard en Diario de un seductor pone en boca de su protagonista que está enamorado de sí mismo, que se quiere a sí mismo, que esa es la mejor forma de querer a su amada. Esa es la mejor forma de querer al otro. Si uno se quiere a sí mismo, quiere a quien quiere como a si mismo, si no se quiere, no quiere a quien quiere. Herman Hesse está de acuerdo con esta idea cuando dice que el mandamiento cristiano de "Amarás al otro como a ti mismo" hay que invertirlo, no hay que empezar por el otro, sino por uno mismo, hay que empezar por el "amor a si mismo". El "amor propio" es antikantiano, la antítesis del principio categórico, es usar a los otros como un medio, y nuestras sociedades nos educan en eso y en aparentar que no es así cuando interesa. El "amor a si mismo" es lo que nos hace crecer ampliando a nuestros ojos los grandes que son los demás.

24 de febrero de 2021

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