NO SOY MÍO (O SOBRE EL BURRO DE BURIDÁN)

No era mía,

era suya.

No eres mía,

eres tuya.

Yo fui suyo.

Yo soy tuyo.

Yo soy vuestro.

No fui mío,

no soy mio.

¿Todo es nuestro?,

¿o nada es nuestro?

Cuando Jean Buridán, discípulo de Guillermo de Ockham (el Guillermo de Baskerville de El nombre de la rosa de Umberto Eco) nos hablaba del libre albedrío basándose en que la racionalidad humana es la herramienta que debemos utilizar para tomar nuestras decisiones, fue satirizado con la paradoja del famoso burro que moría de inanición por estar a medio camino de dos montones de heno. Dicha sátira no tiene sentido si entendemos que una acción depende de una motivación natural. La misma será resuelta siempre en todo caso. La indecisión no nace de la motivación si no de las consecuencias inmediatas que pueda traer lo que se quiere conseguir.
Hay una expresión de la Psicología del aprendizaje que explica cuando un burro podría morir de inanición. Dicha expresión y situación es la de la indefensión aprendida. Solamente cuando el burro prevea que la consecución de lo que persigue puede traer consecuencias muy perniciosas eligiendo un montón de heno u otro, morirá de inanición porque no optará por ninguna de las soluciones. Si el burro prevee que va a ser apaleado si se acerca a cualquiera de los dos montones, no se acercará, hasta que se debilite y luego sea ya demasiado tarde. Cuando se percibe que cualquier decisión nos lleva a un catastrófico final, nos quedamos paralizados, no actuamos, no vemos salida.
En esta situación, los seres humanos no se gobiernan racionalmente. Es racional pensar en las consecuencias  a largo plazo y no solo a medio y a corto plazo, pero muchas son las ocasiones en las que no se considera aquellas.
No somos los dueños del futuro, no somos los dueños del pasado. Tan solo contamos con el presente. Si pensamos demasiado en el pasado, nos habremos perdido para el presente. Y si pensamos en las en las consecuencias del futuro, dejamos de tenernos hoy.